Para nosotros...los eternos amantes del arte, se ha creado este pequeño espacio que lo abarca todo. Para nuestro imaginario y nuestra visión.

"Projecting Ming Games" es un blog creado en honor a todos aquellos artistas cuyos miedos, ilusiones, pasiones, ideologías y otros juegos mentales hemos tenido el privilegio de ver proyectados mágicamente en una pantalla o sentir enérgicamente despertar al abrirse el telón.

Somos dos las escribidoras...la pasión es sólo una.




domingo, 9 de enero de 2011

Romper el Fino y Frágil Vidrio

Abro el telón de este blog con un tema subjetivo y de naturaleza difuminada, pero que es inalienable del arte al que se dedica esta página o de cualquier otro.
Me refiero a las emociones…al sentirlas como espectadores. Porque es eso lo que amamos al ver una película o una obra de teatro, ¿No es así? Sentir, vivir.
Es eso lo que nos hace adictos;  lo que nos transporta,  nos disfraza y permite que nos mezclemos entre historias absurdas y fantasmas maquillados. Para eso existe este arte. Para ahogarnos en drama y en contento y poder así enredarnos entre los conflictos de una historia; dejando que nuestros corazones latan al mismo compás que los de los que están en el escenario.

Es ese el inevitable propósito y único rol del espectador dentro del juego de las máscaras y la parafernalia: ser sensible a todo lo que ocurre en el cuento, la historia que se proyecta, narra o vive; para así lograr finalmente captar y comprender una moraleja, mensaje, enseñanza o lección. Algo que logró tanto por lo que vio como espectador, tercero o extraño como por lo que sintió como ser humano…naturalmente, sintiéndose y creyéndose a si mismo parte de la ficción.
Pero… ¿Sería posible no sentir nada de esto…? ¿Sería posible lograr suprimir toda emoción o sentimiento que se infla confiado dentro del espectador? ¿Lograr que este quede frío ante lo que, fuera de las pasiones y la inocencia, está ocurriendo “realmente”? Que pueda así analizar y razonar objetivamente sobre lo que ocurre en el lejano mundo que él ve detrás de ese “fino y frágil vidrio” que solo se rompe por culpa de las emociones; que además distraen, enceguecen y engañan a los ojos para alejarlos de la nítida realidad…
Eso mismo fue lo que propuso “Bertolt Brecht”.


Bertolt Brecht

Brecht fue un poeta y dramaturgo alemán (invito a los amantes del teatro a investigar más sobre este personaje) que se refiere a lo dicho anteriormente como el “Efecto de extrañamiento o alienación”. Para el, el espectador tenía que estar permanentemente consciente de que lo que veía era una obra de teatro y que debía de evitar a toda costa romper el fino y frágil vidrio que separa la realidad de la ficción. Además, no bastaba con una distancia mental, sino también, y sobretodo, emocional. El público no debía ser sensible a las emociones y reacciones de los personajes y mucho menos aplicar la empatía. Se debía ser consciente en todo momento que lo que se estaba viendo era ficción y que los personajes eran actores (no al revés).
Para lograr esto, Brecht aplicó una “Técnica de distanciamiento” en sus obras. Esta, se empeña en “distanciar” emocionalmente al publico de la obra a través de: canciones que interrumpen la historia, carteles con anuncios que le advierten al publico lo que está a punto de ocurrir, usando la comedia esporádica e incluso limitando las reacciones y los gestos de los actores para lograr así un resultado menos dramático.
Todo esto tiene el propósito de hacer del espectador un crítico y permitir que este analice y juzgue la obra desde una posición lejana y siendo lo que en primer lugar es: solamente un espectador. Brecht quería que el acto de ver teatro se convirtiera en una oportunidad para ser críticos y objetivos al reflexionar acerca de diversos temas importantes y reales (sociales, políticos, etc.), los cuales él, como dramaturgo, incluía siempre en sus obras. Sin embargo, quería que esto suceda de una manera fría y analítica; sin intrusas emociones que pudieran influir, tal vez negativamente, en la opinión del público.

Se podría decir que este método o corriente teatral se opone a la esencia del teatro y del arte de contar historias, que es el sentir y el sumergirse dentro de la ficción libre y profundamente.
Además confunde y transforma la misión del actor, que es la de llevar a cabo la interpretación de un personaje de la manera más real y convincente para que el que observa pueda creer en una mentira hermosa que le permitirá identificarse o compartir emociones con un “personaje” que el actor convierte en tan solo una “persona” como el mismo espectador.
Sin embargo este método no es uno que carezca de sentido ni de valor artístico, ya que apoya el fin intelectual de toda obra teatral que es el de comunicar un mensaje importante que el público absorba y que luego esto pueda contribuir con la sociedad al concientizarla y obligarla a mirarse a si misma; ya que la obra en sí debe de ser su reflejo y el verse a sí misma reflejada debe ser motivo y causa de reflexiones importantes y profundas, críticas constructivas y cuestionamientos transcendentales que alimenten y eduquen tanto a la sociedad en conjunto como a cada uno de sus miembros.
Sin embargo, algo curioso pero predecible sucede cuando uno ve una obra que utiliza la técnica de Brecht: el distanciamiento no se da… (no completamente).

Este año, por primera vez vi en escena una obra de Bertolt Brecht: “Madre Coraje”. Para entonces ya había investigado un poco sobre el método de Brecht y leído un resumen de su biografía.
Esa noche me senté en la butaca del teatro esperando a que se abriera el telón rojo y que detrás de él dejara uno invisible capaz de dividir mundos tan diferentes como fascinantemente iguales.
No sucedió. Fue imposible para mí lograr distanciarme, lograr ser indiferente ante el sufrimiento que deforma el rostro de Kattrin (la hija muda de Madre Coraje) al ser inevitablemente consciente de su discapacidad y sus limitaciones en la vida; como conseguir un marido, por ejemplo. No pude evitar ponerme en su lugar, sentir lo que ella sentía. Tampoco pude dejar de compartir aunque sea un poco del sufrimiento de Madre Coraje al enterarse de la muerte de su hijo, por más que la actriz minimizara las muecas y se ahorrara el llanto, ambas, consecuencias humanas que van de acuerdo con tal pérdida. Es más, esa falta de dramatización tal vez hizo que yo me emocionara aún más, pensando “Pobre Madre Coraje, tal será su sufrimiento que ya ni siquiera puede llorar…”

Y es que el ser humano es tonto, iluso e inocente; y el niño que llevamos dentro se despierta cada vez que se abre el telón. Nos gusta creer, que nos lo hagan creer todo, que nos hechicen y que manipulen y jueguen con nuestras emociones.
Nos dejamos llevar sin control y sin miedo; porque aunque que sabemos que Blanca Nieves irremediable e irrevocablemente morderá la manzana envenenada, por más que hayamos visto la película o leído el cuento una infinidad de veces desde que éramos niños, siempre vamos a desear ilusa y desesperadamente que no lo haga. Que quizás esta vez Blanca Nieves no muerda la manzana y la bruja mala y perversa no se salga con la suya; y es entonces cuando la voz del niño dentro de nosotros grita: “¡No la muerdas, está envenenada!”
Siempre vamos neciamente a rogar frustrados que el Titanic no choque contra ese gran Iceberg y se hunda en una profunda tragedia amorosa; pero sucederá, una y otra vez, y a pesar de todo lloraremos, una y otra vez.

El propósito (si es que hay sólo uno) detrás de este conglomerado de palabras nunca fue lograr que el método de Brecht se entienda como uno sin lógica, ni mucho menos absurdo; todo lo contrario.
El método/teoría de Brecht es uno utópico (como la mayoría) pero no por eso deja de ser uno serio y valioso artística e intelectualmente para el teatro en general. Es uno que a través de la razón, le da un sentido analítico y práctico al acto de ver y poner en escena una obra teatral, sin involucrar en él sentimientos ni emociones. Algo que sin duda es crucial para que el teatro o el cine no sean sólo lúdicos; que no sean solo una escapatoria y una distracción del mundanal ruido y de los problemas cotidianos, sino además y sobretodo (como los libros) fuentes de cultura y profundidad.
Que luego del aterrizaje después de ese vuelo fantástico y ficticio se pise la tierra más firmemente y se este aún más consiente de la realidad que antes. Ese debe ser el motivo principal del despegue…
La intención fue, más bien, fascinarlos al demostrarles la capacidad del ser humano para ser empático; y como la usamos sin miedo, recelo, egoísmo o prejuicios al estar sentados en una butaca.

Lamentablemente  sucede todo lo contrario en la vida cotidiana, donde la apatía es el pan de cada día…

Malena Newton